jueves, 22 de mayo de 2014

SIN SENTIR PENA...

Hace unos días que estoy de vacaciones, la verdad nunca había disfrutado de unos días de total olvido laboral, eso si se cuenta con el hecho de aun tener un trabajo y lo digo porque las veces anteriores ha sido porque me he quedado sin trabajo, aunque no es que cuente mucho porque no es algo que dure mucho tiempo, gracias a dios.

Bueno, lo que realmente nos interesa de este relato es lo siguiente; tal vez algunos hayan tenido la oportunidad de sentarse en las bancas ubicadas en la plaza de caicedo, recuerden que esta plaza es muy conocida en la ciudad de cali, ¡centro de la ciudad!. El segundo día de mi merecido descanso, mientras esperaba que se abrieran las oficinas de Tigo, que por cierto abren demasiado tarde, 9:00 am. increíble por así decirlo, luego dicen que no somos un pueblo grande, que ironía. 

volviendo a lo que realmente estaba contando, cuando estaba sentada en aquella silla, al lado norte del parque, a mi derecha en la misma silla estaba sentado un hombre de mediana edad, alto, moreno, leyendo el periódico y a mi izquierda en la silla continua había un hombre blanco de unos 70 años, bien parado para su edad, solo estaba allí, de pronto se le aproximo otro hombre, se podría decir que un hombre de unos cincuenta años, o al menos de esa edad parecía, le pidió amablemente al hombre de la izquierda que le regalara unas moneditas, la verdad lo hizo de una manera gentil, con una expresión de que realmente los necesitaba, quizás aun ni siquiera había tomado algo de desayuno, me entristece mucho que vivamos en una sociedad en donde exista una diferencia social tan grande, es tan incomodo saber que somos parte de un engranaje y que lo único que debemos hacer es representar este papel que nos han dado. 

Puede sonar patético de mi parte que sienta que vivimos una injusticia social, cuando se sabe de antemano que hay muchos que prefieren vivir así, porque ya están acostumbrados a ello o porque no les ha quedado de otra o incluso porque así se sienten cómodos, se perfectamente que no se puede juzgar a quienes nos rodean, somos lo que decidimos y debemos vivir con esas consecuencias.

Regresando al relato, cuando el hombre le solicito las monedas al anciano, no espere que este reaccionara de la manera en que lo hizo, quizás es que estuviese harto de que le estuviesen pidiendo constantemente, y su manera de responder era una forma de decirle que no es que el estuviese nadando en blanca, ni que fuese el mas afortunado, igualmente no le dio ni una moneda de a peso, el hombre se traslado a la acera de enfrente y saco de sus bolsillos las pocas monedas que había conseguido hasta el momento. el anciano lo observo unos cuantos minutos y después se metió la mano al bolsillo que tenia en la camisa color rosa, saco un paquetico de billetes y los contó someramente, después me miro, se los coloco nuevamente en el bolsillo y siguió sentado allí, como si nada, mientras en la acera del frente el señor pedía a los comensales de la panadería que le regalaran un pan porque tenia hambre.

Aunque a veces se tenga la sensación de que estamos juntos en este gran barco que se mece en este enorme rió, realmente somos solo un montón de egoístas que solo piensan en si mismos y en lo  que podemos ganar para cada uno, sin importar a quien podamos pisotear.